Ha muerto Chiquito de la Calzada. Le conocí hace muchos años, en un pueblo de la sierra malagueña, a donde nos condujo , a unos pocos consejeros y directores de Banesto, quien entonces era nuestro director regional, Diego Fuentes. Fue una noche sorprendente en la que descubrimos a ese genio del arte de hacer feliz a los demás que era Gregorio, como siempre le llamo Lourdes, mi mujer.

Desde ese día en todos los fines de semana que pasábamos en el campo, sea en Andalucía o en Ciudad Real, siempre venia a hacernos compañía, generalmente acompañado de Pepita, su mujer, a quien adoraba por encima de cualquier otra cosa. En esos encuentros repetidos durante años no solo comprobamos al genio sino que, y esto es lo importante, descubrimos a la persona. Porque por encima de cualquier otra consideración Gregorio, el Fistro de la Pradera, era una gran persona, un hombre bueno, incapaz de hacer daño a nadie.

Me gustaba mucho sus humor expresado a través de sus chistes, escenificados con un arte inigualable, pero más, mucho mas, los relatos que nos hacía en los almuerzos, en las cenas, en los momentos de distensión en aquellos días, en los que además de humor desplegaba una tremenda humanidad al relatarnos trozos de su vida en España y en Japón, —nunca olvidaré como me contaba su estancia en el imperio nipón— y sus penurias vitales —reales, ciertas, intensas— te iluminaban un mundo en el que viven muchos humanos y que otros, instalados en niveles de confort muy superiores, llegamos a pensar incluso que no existen.

No hace mucho, no se si un par de años a lo sumo, en Andalucía cenamos juntos en el campo. Con él y con Pepita. Pocos días después me llamó llorando para comunicarme el fallecimiento de su mujer. Desde ese día comenzó a morir.
Su vida interior no soportaba la ausencia de su mujer. Comenzó a cambiar.

Apenas unas semana atrás, le llamé para felicitarle por su cumpleaños y con una voz que ya reflejaba el ocaso existencial me dijo que quería venir por Galicia., lo que en él era toda una heroicidad, porque le encantaba su tierra, Malaga, su vida en los campos de Andalucía mas que cualquier otra cosa, y sacarlo de allí era tarea mas que ardua.

Ha muerto un genio del humor y una gran persona humana. Fueron muchas las horas que pasamos juntos en las que, insisto, al margen de su sentido del humor, al margen de como contribuyó a crear una lenguaje propio que se extendió por toda España, al margen de su éxito personal, tardío pero altamente merecido, al margen de todo ello, ha muerto una gran persona humana, alguien que penetró en nuestra familia como un miembro más. Al día siguiente de la intervención de Banesto me desplacé al campo andaluz. Allí, de improviso, apareció Chiquito porque quería acompañarme en esos momentos. Nunca olvidé ese gesto. Hoy duele ver desaparecer a una gran persona, un amigo. Descanse en paz, en su nueva “Pradera” de la eternidad